Si creen que fue «Satanás el eterno rebelde, el primer librepensador y el emancipador de los mundos«, entonces sean bienvenides al Infierno (Porteño) de Pommez Internacional. Un lienzo vÃvido de la Buenos Aires que se conjuga en tiempo presente. Una obra que pretende ser un collage violento de la realidad porteña. Quizás no sea el disco más esperado por el público en general, pero seguramente es uno de los más necesarios de este 2019. Porque en tiempos donde los diarios no son más que panfleto proselitistas y los comunicadores no son otra cosa que operadores polÃticos devenidos en youtubers, alguien tiene que dejar un mensaje inmediato hacia el futuro.
En un comienzo iba a llevar por tÃtulo Riachuelo XXI.
¨Durante el proceso tuvo ese nombre, pero después nos pareció que era más un nombre de fundación de arte contemporáneo que de un disco de música pop. Aunque en algún modo son nombres amigos¨.
La referencia directa del tÃtulo.
La relación con Infierno Porteño (nobleza obliga): la Orquesta Fernández Fierro tiene un tema que se llama asÃ.
El nuevo tango.
Es un retrato de la Argentina, de una forma sistemática, hablando de sus personajes. Nosotros hablamos del nuevo tango, de volver a esta cuestión callejera, un poco agresiva, nocturna, maleducada del tango, pero con las herramientas de ahora. Y en cuanto a lo música tiene una sonoridad bastante iconoclasta. Es algo que no suena como a nada de lo que está sonando. Se viene el disco de Trap-Tanguero-Industrial – bromea. Si nos agarra algún tanguero – que todavÃa no pasó – creo que si le decÃs que es un disco de tango no es una discusión absurda, porque claramente no es un disco de tango, pero si tomás la poesÃa de Discépolo, de Catulo Castillo, del tango del ’20 o del ’30, que es algo que estaba buscando representar: el aguafuerte porteña, las secuencias urbanas. Infierno Porteño es eso: la secuencia de vivir en Buenos Aires en medio de una crisis psÃquica y cultural que deviene en crisis económica.
El momento más picante del disco.
Hay una canción que es un catálogo de ofensas. Es una fantasÃa donde hay un apocalipsis en Buenos Aires, y en ese marco lo que pasa ese dÃa, donde lo más liviano es decir frases racistas. Hay cosas muy ofensivas pero hay un cierto humor que nos da una cintura. Estaba jugando con unos acordes de music hall y me pareció interesante componer un music hall sobre el fin del mundo
Instrumentación tumbera o el sonido del subdesarrollo económico.
Son unos instrumentos que están usados en el disco. Todas las percusiones que están ‘Asalto en Chino’ fueron hechas con golpes a heladeras, a maderas, que están sampleados y puestos como cajas de ritmos armadas. La idea era llevar el subdesarrollo económico a la materia misma de la cuestión sonora. Y Cruz que fue el que insistió mucho con esto, desarrolló estos instrumentos hechos con tubos de papas Dia% y con sensores MIDI.
¿Quién es Rey Bandido?
No es la historia ni de Pablo ni del Chapo ni ningún Mono rosarino. Sà es como un collage de esas figuras que son representativas de América Latina. América latina tiene una geografÃa y una situación polÃtica que permiten que se den figuras que arman como territorios paralegales. Más allá de Escobar, por ejemplo, hubo un traficante de caucho en la selva peruana que construyó un imperio basado en la esclavitud y fue un tipo que estuvo haciendo actividades por 300 millones (de la época) a espaldas del estado.
Las dos caras de un mismo infierno.
Infierno Porteño será presentado en dos partes. Una primera entrega de 5 canciones, de las cuales ya habÃamos podido escuchar ‘Rey Bandido’, ‘Asalto en el Chino’ y ‘Ãngeles Negros’. Además, cuenta con tres colaboraciones como lo son las de Ave Parva, La Femme D’Argent y Los Locos no se Ocultan. El resto del álbum llegará para marzo de 2020.
Visita guiada en el averno.
El inicio de ‘Anti-Canción’ es épico. Una canción pop que oculta más de lo que muestra. Los arreglos operÃsticos, las voces fantasmales que se confunden con un órgano de misa episcopal y los gritos de horror de los que arden en la hoguera. Es la ceremonia de iniciación de un ritual satánico. Donde se profesan todo tipo de injuria contra las divinidades religiosas y su séquito. «Le pedà a Dios su ayuda pero el turro me mandó a un presentador evangelista», acusa Juan IbarlucÃa. Desde la base sobrecargada hasta la última letra, nos damos cuenta que lo que se viene es una sátira negra y controversial.
Le sigue una historia maldita de amor en tiempos del cólera, en veredas que gritan «Yuta puta«, «Aborto Legal«, «CGT unificada«; carteles que te escupen en la cara las comedias de chiste fácil, mientras por la calle pasan uberistas venezolanos, wachines pidiendo monedas y los camiones de basura con los que soñó el Capitán Beto cuando escapó décadas atrás de otra Buenos Aires sitiada. Cualquier similitud con la realidad es pura y dura verdad. El Spleen porteño se empieza a rodar en vivo y en directo, con una base desarticulada y grotesca.
Parte al medio esta primera cara ‘Asalto en el Chino’, un aguafuerte sarcástico y temerario que recoge de la escena del crimen las pistas de una sociedad agonizante. Toma declaración a psicópatas testigos del delito argentino de ser pobre, morocho o planero. Una especie de musical urbano en el funeral de la justicia social. La banda sonora del desprecio por el prójimo.
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A continuación, se desata la tensión en las tinieblas de ‘Ãngeles Negros’, como un paseo nocturno por el cementerio de Recoleta. Un tour por los suburbios sombrÃos de la ciudad. Los condenados vagan por laberÃnticas callejas que se pierden taciturnas en una ciudad dormida. Una guitarra pinkfloydiana patrulla calles al otro lado del muro a la caza de dos amantes fugitivos que escapan de sus pesadillas.
El cierre es la sublime ‘Rey Bandido’, una canción que hace tiempo habita el universo de Pommez Internacional. La murga de los sin-ley. El baile de graduación del delincuente al son de cumbias y merengues crueles (otra vez). Una historia que suele escribirse en los márgenes de las páginas de los libros de historia, pero sin los cuales no podrÃamos comprender los nudos de la narrativa.
Cuando todo acaba surge un único interrogante: ¿Cuánto falta para marzo de 2020?