Como si fuera un flashback, toda la situación con Daniel Johnston me trajo de la memoria que me pasó algo similar con Neil Young.
Hace ya muchos años, un amigo me obligó (casi) a que escuchara un disco que habÃa comprado de Neil Young, a quien yo siempre habÃa asociado con el folk, canciones de protesta estilo Pedro y Pablo, sombreros cowboy, Crosby, Stills & Nash (& Young), y todos los «males musicales». En esa época, mi mundo era la clase Británica urbana de los Pulp y los Suede, no la tierra del campo ni las botas de vaqueros. Mucho menos si eran canadienses (Joni Mitchell, Leonard Cohen, Grimes, los Junior Boys… todo para poder balancear el karma de haberle «regalado al mundo» Celine Dion… Blame Canada!).
Pero cualquier resistencia cedió y cede frente a la magia de Harvest Moon (LA canción que estaba en aquel disco que -por suerte- fui obligado a escuchar).
Come a little bit closer, hear what I have to say. Just like children sleeping, we could dream this night away.
Simple. Hasta ahÃ, dos acordes y un riff. Y después… mamita querida. ESE momento cuando entran los coros, en el puente antes del estribillo… Harvest Moon es un gran ejemplo de cómo un arreglo me puede estremecer. Todo en Harvest Moon es belleza (hasta la armónica). Una canción que te transporta a un lugar de calma, un lugar en donde la tristeza es familiar, pero que por cinco minutos te da un respiro, un sosiego, una caricia.
Intenté escuchar otras cosas de Neil Young, esperando y deseando encontrar algo de la belleza de Harvest Moon. Tal vez equivoqué las elecciones, los discos, pero esa búsqueda no prosperó. Y sencillamente desistà en mi intento de encontrar algo que me atraiga en su música. Todo bien, no hay rencores. La bellÃsima magia de Harvest Moon es más que suficiente, y lo redime de cualquier cosa que haya hecho, antes o después.