Sirenas escandinavas. Niñas monstruo. Disco italiana. Molly rÃe al descubrir la absurda lista de etiquetas que desfilan sobre su persona por la plataforma de una de las tantas redes sociales diseñadas para compartir música. Tal vez, de esa conjura de precintos extravagantes, el más afilado sea schlau machen, ese «hágalo usted mismo» versión germana. Los discos, las remeras, los videos, las fechas; desde 2009 deja todo en manos de su sello autogestivo -sus manos-, la Dark Skies Association. La sueca de los ojos celestes, el cabello platinado y la inocencia abandonada en las calles de BerlÃn que admite jamás haber imaginado a qué se iba a dedicar.
-Sólo canto profesionalmente o cuando tengo miedo, para darme coraje. De chica no cantaba. Jamás cante debajo de la ducha. Tampoco tuve una familia melómana. Dedicarme a la música sólo ocurrió. Como las mejores y las peores cosas de la vida, sin mucha explicación.
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Nostálgica al tiempo que optimista, las canciones que nacen del imaginario de Molly Nilsson se calzan el mote del synthpop de júbilo sin perder la necesaria oscuridad, el carácter. En sus momentos más lúcidos, incluso, se codea con la herencia de Ralf Hütter y Florian Schneider. «Kraftwerk tiene una simpleza muy bella, pero sus melodÃas son fuertes. Son ligeros pero no como una pluma, sino como un pájaro, ¿entendés a lo que me refiero? Son etéreos pero no de un modo vago, tienen la fuerza suficiente para tomar vuelo». Suelen compararla con otras mujeres artistas, ella reniega un poco de la facilidad con la que el sexo parece dividir al mundo. Admira la fineza vocal de la viuda de Lou Reed, Laurie Anderson. Convoca el nombre de The Magnetic Fields. Remarca su gusto por Ariel Pink, mientras la prensa no se cansa de establecer similitudes entre su trabajo y la vistosa obra del músico de L.A. Con el filófoso y compositor avant-garde John Maus -quien versionó su canción Hey Moon para el álbum We Must Become The Pitiless Censors Of Ourselves (2011)- afirma tener una de las conexiones más fuertes que se pueden establecer entre dos seres humanos: la de compartir las mismas frustraciones con respecto al mundo y, sobre todo, con respecto a sà mismos.
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La letra de su canción City fue recientemente publicada por Black & Blue, una revista inglesa de poesÃa y dramaturgia. Los primeros nombres de escritores predilectos que advienen a su mente son Richard Brautigan y Toni Morrison. Adora dialogar secretamente en sus composiciones con esos seres admirados del mundo literario, como aquella vez en la que reinterpretó un poema del suizo Bruno Keats Öijer en su canción We’re Never Coming Home Again.
– Las palabras son algo muy importante para mÃ. Algo fundamental. A veces siento que recibo mayor inspiración de leer que de escuchar música. Si veo o si oigo algo que me llama la atención, escribo al respecto. Uno nunca sabe cuando eso puede convertirse en una canción. Todo se trata de una combinación sutil entre música y palabras. Incluso si la letra está en un idioma extranjero que uno no comprende, hay algo de la voz humana que es extremadamente poderoso.
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Con cinco discos en su haber, Molly Nilsson llega a Buenos Aires por primera vez para presentar el último de ellos, The Travels (2013). Lo hará en el marco de Proyecciones Fuera de la Común, un ciclo que propone veladas donde la fórmula a seguir es CINE + MÚSICA al aire libre.
– Cuando era chica querÃa ser cineasta, pero no ocurrió. Creo que mis canciones son muy visuales, siempre estoy dibujándoles una pelÃcula en mi mente. A veces siento que lo único que hago son bandas sonoras. Tal vez, termine haciendo pelÃculas. Quién te dice. La vida es muy joven aún.
Se acomoda el pelo detrás de la oreja. Viste Ãntegramente de negro, aunque emite una calidez que contradice por completo la monocromÃa de su atuendo. SonrÃe, todo el tiempo. Se detiene, ocasionalmente, para pedir prestado un cigarrillo.
-Creo que en mi imaginario, lo que más me interesan son las relaciones humanas. Mis directores preferidos se preocupan por esa temática. Creo que Michael Haneke es el más emblemático de ellos, un hombre que se supera todos los dÃas a sà mismo. Como esas frutas que cada dÃa se vuelven más dulces hasta que se convierten en vino. Lars Von Trier también me sorprende, por su productividad. Hace, hace y hace. Es como Woody Allen, sólo que Woody Allen sólo hace mierda (risas). Puede que Von Trier no sea una persona agradable, pero vive desafiándose. Y eso es lo más importante en un artista.
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En su mano derecha tiene tatuada una espiral, la misma que aparece en la artÃstica de The Travels. «Me hice el tatuaje en Miami como un souvenir y, de pronto, me obsesioné. Creo que es un sÃmbolo hipnótico y maravilloso. Ahora mis amigos me envÃan fotos de espirales donde quiera que las vean. De repente te das cuenta que están en todos lados». En su brazo derecho, otro tatuaje: las iniciales I.R.L. Las mismas que encabezan las palabras que dan nombre a su canción In Real Life. Allà habla sobre las contradicciones de la nueva era: «online nunca me siento sola / nunca me siento viva».
-Mucha gente mayor que creció sin Internet, yo incluida, miran a los menores que nacieron conectados con algo de melancolÃa. «Oh, qué triste, siempre con los celulares y nunca jugando al fútbol» (risas) Pero, a decir verdad, ser joven, en cualquier momento de la Historia, es algo increÃble. Es como ir a Nueva York. «Oh, NY fue increÃble en los «˜70″. Por favor, sigue siendo increÃble ahora. Y seguirá siendo increÃble en el año 2045. Pensaba en cómo la generación de mis padres estaba buscando vida en el espacio exterior. Bueno, tal vez nosotros la estemos buscando en un espacio exterior de la era digital, adentro nuestro. SÃ.
Paradójicamente, ama los teclados retro. Dice no sentirse cómoda con los instrumentos digitales. «Creo que el problema es que resulta tan fácil que todo suene perfecto con ellos. Los instrumentos de antes están jodidos, tiene su propio carácter, su propia textura. Cualquier cosa que salga de ellos ya suena un poco jodida, asà es como me gusta».
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Empezó a estudiar Historia en BerlÃn hasta que decidió dejar la carrera para dedicarse a la música. Confirma que nunca le interesó la academia, que siempre tuvo un poco de problemas con el concepto de la autoridad.
-¿Alguna vez estuviste presa?
-No, pero pienso mucho al respecto. Si hubiese teclados en la cárcel, no creo que estarÃa tan mal. SerÃa frustrante pero, a veces, lo único que querés es estar aislado del mundo. Tener mucho tiempo. Y creo que hacer música, donde quieras que estés, es la mejor forma de permanecer vivo.
Ph. Ma. Celeste Escobar
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