La llenan de besos y de auto-fotos celulares, le roban el micrófono para gritar como indiecitos y, sobre todo, no paran de bailar y agitar enloquecidos. Hay tanta gente arriba del escenario que en un momento M.I.A. decide cantar Boyz desde la escalera, un poco más abajo. A ellos no les importa nada, siguen y siguen y el fervor es tal que podrÃan seguir hasta las 6 de la mañana. En una nueva edición del Movistar Free Music (ya pasaron Poncho y Solange), el calor raja la tierra y el Planetario, con sus hermosas lucecitas de colores, es testigo de lo que posiblemente sea la fiesta más trastornada que se haya producido a sus pies.
Lo curioso es que antes de esa invitación a subir, el escenario parece un páramo enorme. Una DJ con su consola a un costado, una baterista en el otro extremo y en el medio una corista y dos ocasionales bailarines que se mueven como si hubiesen metido los dedos en el enchufe. Y la morena de Sri Lanka para rematar tanto girl power, que se la banca adueñándose del eterno espacio con una tranquilidad y despreocupación notables. Si hasta parece medio pachorra, como recién levantada: al natural y sin mucha producción, más allá de un velo rosado. Por suerte el personaje de las entrevistas lo cuelga en el backstage antes de subir a tocar. Que la música hable por sà sola, y claro que lo hará.
Un playlist asesino que muy atinadamente se concentró en sus dos geniales primeros discos (Arular y Kala, de 05 y 07 respectivamente) sin descuidar lo mejor del flamante Matangi, no paró de bombardear toda esa maraña particular que combina ritmos del subdesarrollo, cultura negra callejera anglosajona y técnicas de producción high-fi. Un combo irresistible para el cuerpo que tuvo varios momentos gloriosos, como los ohhh eeh ohh masivos al final de Galang mientras M.I.A. bucea entre la gente, o una mezcla nueva de Bamboo Banga que la convierte en el mejor reggaetón que escuchaste en tu vida (y si alguien se avergonzó no habrá importando porque todos siguieron bailando), o definitivamente la TREMENDA coda a puro jolgorio de Double Bubble Trouble y unos cuantos que se habrán querido quedar a vivir en ese beat por siempre. Y como si fuera poco, después vino la invitación a subir. Si el Planetario hubiese tenido patitas hubiese subido a agitar. Sin dudas.
Fotos
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Ph. Ma. Celeste Escobar