El cuarteto de La Plata estuvo trabajando duro en los Estudios Tolosa entre mayo y junio para ofrecernos Dorado y Eterno. Este cuarto trabajo los muestra más relajados. Ya desde el arte de tapa anuncian que las rutas del psychobilly los condujeron a una cabaña abandona al pie de una montaña. La esencia campestre y desestresada se percibe de comienzo a fin. Quienes los amaron por canciones como Colina deberán aguardar a una próxima entrega porque de la misma manera que se desenmascararon, ahora se distancian de las vertiginosas y nocturnas calles urbanas.
Ciprés abre el álbum con imágenes silvestres de árboles, gatos, libros, castores y la «frágil paz del hombre aquel que dios ha hecho«. Los teclados aportan un brillo glamoroso de avantgarde que se potencia con la luminosidad de los patillos que bombardean el final de la canción. «Planta acá tu raÃz, olvÃdate del tiempo que va de prisa«, nos sugieren en Matorrales y Artemisa, que se adentra en la metafÃsica de un campo sembrado por la guitarra de Marto Remiro, los teclados de Ezequiel Dobrovsky y silencios bien utilizados. La conclusión final, como siempre, es la muerte que pasa en el rÃo y deja una incógnita eterna: «Yo no sé quien armó este lÃo«.
Eterno Será el Valle es la canción veraniega por excelencia. Thes Siniestros saben de qué se tratan esas melodÃas surferas que barrenan sobre mareas de overdrives y coros armonizadores, pronosticando que «el cálido verano será perfecto«. La mañana, los bosques y «las nubes que no pasan y se van« son las protagonistas de una oda al Cielo (la canción más larga del disco) que se va armando de a poco. Una guitarra marca el compás y paulatinamente se suman la voz de Juan Irio, una lÃnea de bajo tenue y luego llegan los coros y los primeros golpes de la baterÃa para remontar un estribillo de altura moderada. Asà continúa en ascenso hasta que se detiene para volver a explotar.
Un gran momento del disco es Cabaña, con arreglos de ukelele y violonchelo, más una melodÃa vocal que nos pasea en su glissando por un paisaje bellÃsimo de cielo claro y lagos azules. Pero el pico máximo de intensidad llega en Camarada con un juego rÃtmico abrumador que varÃa entre el frenesà y ambientes aletargados y profundos.
Una vez más la remasterización estuvo a cargo de Graham Sutton, quien ya habÃa colaborado en Los Últimos DÃas (disco que recomendamos y elogiamos el año pasado). En tanto el arte de tapa estuvo dividido entre los ilustradores Brunacio y Pulpo, quienes completaron el concepto natural de esta placa. Un cuarto trabajo que pareciera ser una bisagra entre lo que fueron y lo que planean ser.
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DEGUSTACIÓN
CABAÑA
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