Frank Ocean – Channel Orange

agosto 2, 2012

Frank Ocean

Channel Orange

2012 – Def Jam

[8.8]

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«Un tornado voló alrededor de mi habitación antes que ustedes vinieran, disculpen el lío que hizo«. Traducir incorrectamente la segunda persona en la frase que abre Thinkin Bout You, como si nos hablara a los espectadores y no a esa personita especial en escena, puede servirnos para intentar resumir y separar de arranque los muy divulgados sucesos que atravesaron la carrera y vida de Frank Ocean, desde que se enamoró perdidamente de alguien sin recibir el mismo sentimiento a cambio (algunos párrafos más adelante veremos por qué puede importar que esa persona sea un hombre) hasta que el año pasado, con la salida de Nostalgia, Ultra, se distanciaba con brillo de las controversias de plástico que sus amigos de Odd Future plantearon en vez de intentar hacer un disco coherente. Nostalgia, Ultra, justamente, se sumaba a ese flirteo con el profesionalismo propio de los miembros de OFWGKTA, mientras dejaba la sensación de que había una búsqueda sonora seriamente cautivante, una sugerencia elegante de cuánto Frank Ocean podía subirse el listón en el futuro.

Si Nostalgia, Ultra suponía una tierna promesa de los viajes que podrían emprenderse cuando Ocean tomara nuevamente el timón de su búsqueda, Channel Orange es una confirmación avasallante. Un disco que ratifica su capacidad para unir las distintas direcciones que el R&B, el soul y el hip-hop pueden emprender desde que sus diferencias sonoras entre independencia y mainstream se están borrando sin demasiada resistencia. Hay más colaboraciones musicales entre artistas consolidados y veinteañeros recién iniciados (Ocean mismo en Watch The Throne es un ejemplo), artistas que notoriamente encolumnan al mainstream de la música negra en sonidos disímiles (The xx, James Blake) y un reconocimiento creciente de la crítica alternativa a figuras largamente establecidas en la escena de las grandes discográficas: la cruzada de The-Dream (nombre que asomó desde los singles más recientes de Beyoncé) hacia el mejor sonido de Prince posible parece ser tan bien recibida por los blogs abonados al indie que por los puestos en Billboard.

Por todo esto sorprende que según muchas reseñas las influencias reconocibles en Channel Orange se limiten a nombres de las figuras reconocibles por clásicas, cronológicamente desde Marvin Gaye e incluyendo a Prince, Sly Stone o Stevie Wonder. Arriesgando poco con agregar la sensibilidad instrumental de Curtis Mayfield y artistas derivados en blaxpoitations y corrientes conscientes del soul, quizá también sea justo mencionar que algunas de las marcas más concretas del disco provengan de tiempos mucho más cercanos, incluso corrientes: Frank Ocean encara, en algunos tramos del disco, la misma búsqueda irreverente del clasicismo que planteó el neo-soul en los 90’s, incurriendo también en la alteración del formato de las canciones y los discos, entre interludios y volantazos, de la misma manera en que lo hicieran D’Angelo en Voodoo (2000), o Erykah Badu en New Amerykah Part One: 4th World War (2008), mientras maduraban junto a la corriente que constituyeron. Tener en cuenta los 24 años que lleva Frank Ocean es pensarlo, a la vez, como el producto y el impulsor de cambios del soul, el hip-hop y el R&B recientes, y de las conjunciones que pueden darse entre estos. Por cuestiones de géneros musicales, naturaleza de los relatos, el formato de un disco en tiempos de preponderancia del formato digital y canciones como Lost, Pink Matter y Pyramids (esta última que parece un demo perdido de Kanye West), es imposible pensar a Frank Ocean sin atravesar las dos últimas décadas. El aspecto menos amigable de Channel Orange no escapa a esta noción: las pequeñas piezas que se escuchan en tracks como Fertilizer y End (esta última fue presentada como fragmento de una versión limpia, llamada Voodoo) deslizan la idea de descartes que pudieron haber sido canciones impresionantes.

Lejos de la construcción de poses o el exorcismo de lo cometido en el VIP de la vida, Frank Ocean tiene una necesidad mayor de sacarse de encima algunos malos recuerdos, entre los cuales está esa noche lluviosa representada en el último track del disco: la confesión en la camioneta, su amigo que digiere la declaración como puede, se mete en la casa y sube las escaleras para ver a la novia. Ese desparpajo para hablar de su corazón es lo que le permite contar las historias propias y ajenas de este disco, jugar a cantar como sus ídolos y brillar por sí mismo, ventilando además una habitación encerrada como es la conciencia de la felicidad propia para la música urbana negra, si eso implica abrirse sobre preferencias sexuales: magistral demostración de lo alegre que puede resultar la liberación mental en el género.

En algún tiempo debería ser injusto caer sobre este álbum sin discriminar la historia personal que en parte lo edifica. Hoy por hoy, su aspecto estrictamente musical parece tan sólido que el análisis escapa inevitablemente a la construcción de una película propia alrededor de las canciones, y las circunstancias que las inspiraron. Lo cual no deja de ser un mérito válido.

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