Sigur Rós
Valtari
2012 – XL Recordings
[8.0]
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De las calmas asociadas a la tormenta, la póstuma parece ser siempre la predilecta de las metáforas. Aniquilados los miedos y bajo la égida de algunos recuerdos fugaces, la respiración nos hunde en la más baladà de las tranquilidades. Ya nada puede dañarnos, acosarnos, sobresaltarnos; todo quedó detrás, en los rastros de una memoria un tanto cobarde. Pero -como bien sabe el universo narrativo- todo corolario oculta siempre un preludio, una raÃz, un designio. Y es esa paradójica calma que se halla en las antÃpodas, en la obertura de la tempestad misma, la verdadera reina de este intento de paráfrasis. Porque está de más decir que el hechizo de Jón Birgisson, George Hólm, Kjartan Sveinsson y Orri Páll Dýrason es intransferible, innombrable, inaprensible. Y Valtari es, ni más ni menos, una nueva muestra del poderÃo del que Sigur Rós acusa desde aquel verano de 1994 en ReykjavÃk, en el que su elegante proyecto de paisajismo post-rock nació para ahogar el silencio de lo insondable.
El sexto álbum de estudio del cuarteto comenzó a gestarse hace poco menos de una década, durante 2003, en el marco de Odin’s Raven Magic, un trabajo orquestal inédito junto al Coro Dieciséis que tuvo lugar en el London’s Barbican Centre. Y -más allá de que las grabaciones fueron finalmente iniciadas e interrumpidas en 2007- este antecedente colaborativo resulta extrañamente esclarecedor. En principio, porque explica el soberbio entramado coral que invade el disco, cuyos máximos exponentes ofician de inauguración y cierre, Ég Anda y Logn. Pero, en especial, porque su estructura sonora nos remite sin vacilar y con sabor a resurrección a aquella época estilÃstica en la que Sigur Rós se convirtió en una marca registrada capaz de esquivar cualquier imitación. Y es que luego de un acercamiento más profundo a la arquitectura cordal y percusiva del rock en Takk… (2005) y un giro hacia el tradicionalismo más pop y comercial en Með Suð à Eyrum Við Spilum Endalaust (2008), Valtari vuelve a regalar esa majestuosa combinación de complejidad y minimalismo etéreo que tuvo su mayor exponente en Ãgætis byrjun (1999) y que continuó forjando el barómetro emocional de ( ) (2002) con su paciente juego de cautivantes mesetas y épicos crescendos.
La reberveración de las guitarras acariciadas por arcos de cello en Ekki Múkk, los falsetos de la fantasiosa voz de Jónsi en Varúð, la fragilidad del piano en Varðeldur; sÃ, la identidad de Sigur Rós se encuentra allÃ, impertérrita. Dauðalogn se eleva como canto de desolada redención mientras la marea de melancólicas capas condena a Rembihnútura a ser uno de los tracks más bellos del álbum. Incluso, entre medio del encanto, encontramos el esfuerzo más distorsivo de la banda hasta la actualidad: Kvistur.
Es posible que Valtari sea una versión más introspectiva de ese periplo de Sigur Rós por conquistar el infinito. Más apacible que aquellos primeros golpes que nos hicieron virar los ojos para comprobar que esos artÃfices del fin del mundo eran, de hecho, reales. Pero esta calma no sucede a la tormenta, esta calma la antecede. Paradójica, nos mantiene en vilo, expectantes, urgentes en medio del temor y la ensoñación. Porque Sigur Rós lo hizo de nuevo: capturó la esencia de esos segundos de dulce e inmóvil conmoción, propios de la antesala a ese encuentro cara a cara con la tan esperada -como inevitable- insurrección.
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DEGUSTACIÓN
EKKI MÚKK
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