Guided by Voices
Let’s Go Eat the Factory
2012 – Guided by Voices Inc.
[7.0]
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La historia de Guided By Voices es uno de los mejores cuentos del indie yanki: un maestro de escuela que en su tiempo libre hace canciones forma un grupo para tocarlas. Ensayan en un sótano mugriento solo por diversión, sin intenciones de tocar en vivo ni grabar. Los músicos van y vienen, siendo Robert Pollard (el maestro en cuestión) el único miembro estable a lo largo de los años. Pero un dÃa decide ir más allá y empezar a hacer realidad su sueño de vivir del rock. Con una formación estable y cierta fama en la ciudad, GBV empieza a sacar discos de forma compulsiva (a un promedio de uno por año), girar interminablemente por todo Estados Unidos y captar la atención de gente tan disÃmil como Thurston Moore o Jay Carney, un adolescente que algunos años después se convertirÃa en el secretario de prensa de la Casa Blanca. En el medio, peleas, separaciones, rotación constante en MTV y un guitarrista que se hace llamar igual que el batero de la Jimi Hendrix Experience.
El punto es que GBV volvió tras un silencio de siete años y con su formación original (aquella que grabó los primeros discos y duró hasta mediados de los 90’s, la época dorada del grupo). No en vano, Let’s Go Eat the Factory recupera gran parte del espÃritu amateur de los dÃas de antaño en canciones que suenan sucias y casi siempre duran lo mismo que un suspiro. Ese mismo espÃritu que, en los años anteriores a la separación del 2004, Robert Pollard y su enésima encarnación de GBV estaban dando señales de empezar a perder.
Y es Pollard, justamente, el centro de atención. No sólo es uno de los mejores songwriters de nuestra época sino que también es uno de los más prolÃficos. En cualquiera de sus discos siempre hay un par de temas que te convencen, por el minuto y medio que duran, de que son la mejor canción que hayas escuchado en tu vida. Tiene una sensibilidad para el pop como la que tenÃa Brian Wilson o Colin Blunstone de los Zombies (no casualmente Oddesey & Oracle es uno de sus discos favoritos). En
este nuevo trabajo hay algunos de esos momentos llenos de gloria y convencimiento: Chocolate Boy (es imposible escucharla una sola vez), The Unskinkable Fats Domino (algo asà como la quintaesencia del GBV más irresistible), Old Bones (un canto al amor en un mar de sintetizadores), Imperial Racehorsing (en la que Pollard se pone en la piel de Marc Bolan por un rato), Either Nelson o Cyclone Utilities (dos gemas oscuras totalmente deudoras del garage sesentoso).
Lo cierto es que esos pequeños momentos son una parte mÃnima de un disco que alterna lapsos tan brillantes como aburridos. En definitiva, la gracia de Robert Pollard y su genio indescriptible para escribir canciones redondas hace de Let’s Go Eat the Factory un buen disco. Que se perfila, además, como el primer paso de lo que parece ser una coda perfecta para una historia de sueños hechos realidad.
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DEGUSTACIÓN
CHOCOLATE BOY
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