The Black Keys
El Camino
2011 – Nonesuch
[8.0]
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Tomar las llaves, salir a la carretera, apretar el acelerador. ¿Quién no soñó alguna vez con jamás volver a mirar atrás? Y dejar que las señales se distorsionen en el espejo retrovisor; que nos dejen en paz. Que la vÃa se encargue de sorprendernos con sus propias imperfecciones, baches, curvas sinuosas. Sacar la cara fuera de la ventanilla, ya nos será demandada más adelante una cuota de protensión, de inusitada atención. Vaya a saber lo que cruzaba la mente de unos púberes Dan Auerbach y Patrick Carney, cuando se subieron hace diez años y por primera vez al Chrysler Town & Country que ilustra la tapa de El Camino, su séptimo y último álbum de estudio. Sin premios Grammy, sin presentaciones en Saturday Night Live, sin oficiar de fondo sonoro a innumerables series de TV o videojuegos a lo FIFA 11. Sin Brothers (2010), claro.
El disco que lanzó definitivamente a The Black Keys a la fama internacional, abrió un sinnúmero de desvÃos para la banda de Akron, Ohio, que decidió mudar sus esfuerzos creativos a un nuevo estudio propio «“Easy Eye Sound- en Nashville, Tennessee. Las grabaciones del disco con nombre de coupé americana se emplazaron allà y contaron con la reincidencia del músico y superproductor Danger Mouse, quien ya habÃa metido mano en Attack & Release (2008) y en el hit Tighten Up; y que en esta oportunidad también se da el gusto de participar en la composición de los tracks. «Suenan como ZZ Top pero con glitter», son declaraciones que no pueden deslindarse del toque de Brian Burton (asà lo llamaban sus padres cuando se quita el mote de peligro roedor) que les disolvió un poco el howling blues que fascina en Brothers y les sumó una cuota bastarda de ansiedad traducida en up tempos y riffs de alto riesgo; una lección de how to party smartly (cómo parrandear con estilo).
Y es que en El Camino es posible hallar reminiscencias de todo tipo, guiños varios a muchos grandes géneros que supieron dar cátedra en esta tópica del pasarla bien: del rockabilly estadounidense de los 50’s al glam británico de los 70’s, pasando por el surf rock californiano de los 60’s. Basta que suene Lonely Boy para certificarlo. Palmas ecoicas acompañadas de coros gospel, talk boxes, teclados con timbre vintage. Que el motown de The Pretenders suene en Dead and Gone, que la psicodelia de T-Rex salude desde los riffs de Gold on the Ceiling. Qué Joe Strummer esboce una sonrisa en Hell of a Season. Que Dan se disfrace de crooner en Run Right Back y, junto a los slides de guitarra, que no le vaya nada mal. Que algo nos recuerde a Led Zeppelin «“por qué no- en esa joya apoteótica del disco que dieron en llamar Little Black Submarines. Con sus sutilezas, con sus deliciosos solos, con esa sólida y musculosa lÃnea de baterÃas que cimientan los casi 40 minutos de duración del disco.
Hacia el final, con Stop Stop y Nova Baby, se hace evidente que les fue difÃcil a los Black Keys no caer en el sendero de la construcción que mira las pistas, que pacta con un sonido más energético y festivo. Ellos mismos admitieron que el aumento de BPM’s se debió a una insuficiencia de muchos de sus temas anteriores a la hora de efectivizar el baile en sus shows. Por eso Mind Eraser cierra la travesÃa a modo de recuerdo, con un mid tempo soulero que ya saluda desde el espejo retrovisor. El Camino podrá no ser Brothers «“claro que no- pero es un gran trabajo que cumple con su promesa. El 9 de octubre pasado, un anuncio muy particular se enlistaba en los clasificados del Akron Beacon Journal: una foto de la ya famosa Chrysler Town & Country, un número para contactarse con «Pat o Dan» y un mensaje más que contundente: «toma las llaves y vete, aprieta el acelerador».
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DEGUSTACIÓN
LONELY BOY
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