Es importante empezar diciendo que este disco está co-producido por Chris Taylor, bajista y productor de Grizzly Bear. Con esa aclaración hecha puedo obviar la parte en la que intento explicar esa especie de melancolÃa que hay en cada reverberación de los instrumentos o cómo la percusión hace que las canciones de Big Echo parezcan parte de un enorme ritual al que le estamos obsequiando los oÃdos.En este segundo trabajo, la banda liderada por Chris Chu termina de darle forma a sus ideas. Si bien en su debut, Talking Through Tin Cans, mostraron facilidad para hacer canciones poperas bastante interesantes, acá hay una clara evolución, una búsqueda de mayor complejidad en las composiciones. Ya no suenan como cuatro adolescentes alegres de California, para nada. Y esto queda al descubierto ya en los primeros segundos de Excuses, una penetrante canción, mezcla de tristeza y dÃa gris, que de la mano de orquestaciones y coros levanta bandera en este nuevo territorio con sonido a caverna que tan bien les sienta.
El trabajo muestra su costado más carismático con canciones como Cold War o All Day Day Light, se vuelve un poco oscuro y difÃcil de escuchar en otras (Hand Me Downs), y alcanza un punto hipnotizante en los temas más slow tempo como Wet Cement, Stitches y, sobre todo, Pleasure Sighs, que tienen esa especie de esquizofrenia que generan los arpegios de guitarra cuando de golpe se transforman en murallas de distorsión.
The Morning Benders encontró en la producción de Taylor el eslabón que faltaba para terminar de darle identidad a sus canciones. Está claro que también ellos crecieron musicalmente y la prueba más fiel de esto se llama Big Echo, un disco elaborado y minucioso donde cada escucha implica seguir redescubriendo.